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El 46% de las mujeres en España utilizan tampones. Con una media de cuatro por cada día de regla, cada española suma 7.400 unidades en su vida. Son datos del estudio de la Universidad de California que ha lanzado la alerta de que estos productos contienen metales pesados. Muchas voces expertas han quitado importancia al estudio. Sin embargo, el epidemiólogo y profesor de la Universidad de Granada Nicolás Olea ha estudiado con detalle la investigación y reclama a las mujeres que no pasen por alto el estudio.

El estudio está muy bien escrito y hecho. Incluye una revisión que señala que ya se había descrito en estudios previos la presencia en tampones de dioxinas, hidrocarburos, furanos, parabenos, ftalatos, glifosato o retardantes de la llama. Los tampones pueden ser de celulosa, celulosa sintética o algodón. Los naturales no están más limpios de sustancias tóxicas que los sintéticos. Los de algodón son los que presentan más arsénico.

El glifosato es un pesticida. Está muy regulado el uso de pesticidas en alimentos pero no lo está tanto en los vegetales que no son destinados a ser comidos. Por ejemplo, para las plantas textiles las autoridades son más laxas en el uso de pesticidas. Donde la laxitud es brutal es en el cultivo del tabaco. Como nadie le va a dar tabaco a un niño y no es un alimento, usan como quieren los pesticidas en las plantas de tabaco. Lo mismo acontece con el algodón. Solo la UE regula la presencia de plomo, cadmio y arsénico en los textiles pero en Estados Unidos no.

Todo el mundo advierte de que hay riesgo pero como no se ha demostrado el efecto, se propone seguir utilizándolos cuando la propia Unión Europea señala que no es la gente afectada, en este caso mujeres, sino los fabricantes de tampones los que deben demostrar que son inocuos. Siempre se necesitan más estudios pero no para mostrar el daño sino para demostrar la inocuidad. Tendrían que demostrar antes de ponerlos en el mercado que no son malos.

También se ha señalado que no está acreditado que las sustancias del tampón –en este caso, metales pesados– pasen al torrente sanguíneo y resto del cuerpo. Hay que tener en cuenta que la mucosa vaginal es muy activa. Durante mucho tiempo, hubo medicación que se aplicaban vía vaginal por su rápida absorción. Además, vía vagina, se evita el paso del fármaco por el hígado. Cuando se ingiere un medicamento, es el hígado el que aplica el filtro metabólico.

Porque los tampones no están considerados fármacos. En Estados Unidos, está considerado como aparato médico. Tienen la obligación de medir las dioxinas. En Europa, no tiene esa consideración.

Esa es la pregunta de oro. La única cosa que se me ocurre es que la Administración sea cada vez más consciente de los riesgos. Estas investigaciones sirven para que vosotras le digais a las autoridades que tenían que haber hecho tests de seguridad de los tampones. Su inclusión en el mercado se ha realizado de manera gratuita, como si fuera una compresa. Y no lo es porque el tampón está en contacto con el epitelio vaginal. Hay que ser más cautos. Ocurre con los cosméticos. Una mujer española usa 14 cosméticos con 38 componentes cada uno. Son 474 compuestos diarios dosificados sobre la piel y la mucosa; deberíamos tener mucho cuidado. La Administración Europea debería tener una regulación mucho más estricta en los controles de estos productos y certificar su calidad.

Son tóxicos y no son tan pequeñas concentraciones. No sabemos cuánto se absorbe. No es bueno. Por supuesto, según este estudio, la presencia de metales pesados en los tampones contribuye probablemente a los niveles diarios de plomo, arsénico. ¿Por qué la mitad de la población tiene que soportar esto? La mitad del mundo menstrúa, menstruará o ha menstruado durante 39 años pero esto se les olvida a los machitos que regulan.

Los lobbies actúan en cómo se clasifica un producto. Dependiendo de dónde esté la aplicación de la legislación sera más o menos estricta. Si un tampón fuera un fármaco, tendrían que declarar toda su composición en la etiqueta y declarar su cantidad y calidad. Si fuera un cosmético, tendrían que declarar qué productos contiene. El tampón no declara nada en España, como si fuera un pañuelo para los mocos. En el estudio, indican que “la Unión Europea restringe las concentraciones de plomo, cadmio y arsénico en el textil hasta un miligramo por kilogramo”. En los tampones, que superan esa cantidad, no hay ninguna regulación. Si los chicos tuvieran la regla, la presencia de metales pesados en los tampones sería un problema de salud pública.

Nuestro laboratorio en la Universidade de Granada fue el primero en detectar la presencia de contaminantes de los cosméticos en la sangre menstrual. También hemos publicado un estudio epidemiológico que relaciona la exposición a cosméticos que incluyen disruptores endocrinos con la endometriosis pero ni los ginecólogos quieren oírlo. La Administración tampoco quiere tenerlo en cuenta para regular; dice que la asociación que puede estar condicionada por otros factores.