¡Vaya sábado más movidito tuve el pasado! Estaba en Madrid con mi familia, de paseo hacia la casa de unos amigos para comer. Íbamos tranquilamente por la calle, yo empujando la silla de paseo de mis dos hijos pequeños y un carrito de bebé, cuando nos topamos con un grupo bastante grande que regresaba de una concentración en la plaza de Colón en contra del Gobierno. Eran unas cuarenta personas que seguían manifestándose con cánticos, y algunos hasta llevaban banderas de extrema derecha.
Por suerte, logramos evitar cruzarnos de frente con ellos por muy poco, ya que pudimos cambiar de acera en un semáforo. No me quiero ni imaginar lo incómodo que habría sido tener un encuentro cara a cara con ese grupo tan exaltado. La verdad es que no es la primera vez que me pasa algo así, lamentablemente. Casi todos los meses, algún desubicado me insulta por la calle, incluso cuando estoy con mis hijos. Siempre con los mismos comentarios desagradables y sin originalidad, llamándome «rojo de mierda» y otros improperios por el estilo. No es nada grave, pero sí bastante desagradable. Parece que en estos tiempos, en la supuesta «Madrid de la libertad», estas situaciones se han vuelto más frecuentes. La polarización en la sociedad se siente cada vez más, y con un grupo tan numeroso como el que encontramos, las cosas podrían haberse complicado mucho más.
No estoy muy seguro de por qué esto es relevante, pero quería compartir mi experiencia y cómo el clima de división en la sociedad está afectando a muchos, incluyéndome a mí. Como periodista, no soy el único que se enfrenta a este tipo de situaciones, pero es preocupante ver cómo va en aumento en los últimos años. A veces me pregunto si algo cambiará en el futuro cercano, o si seguiremos viendo más de lo mismo. En fin, con suerte logramos evitar un problema mayor ese día, pero no puedo evitar sentir cierta inquietud por lo que pueda deparar el futuro en un entorno tan tenso como el que vivimos.