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Los ingenieros de la NASA han logrado solucionar un problema con los propulsores de la sonda Voyager 1, que ha estado viajando por el espacio interestelar durante años. Estos propulsores son fundamentales para mantener al explorador distante apuntando hacia la Tierra, recibir comandos, enviar datos de ingeniería y proporcionar los datos científicos únicos que está recopilando.

Después de 47 años en el espacio, un tubo de combustible dentro de los propulsores se obstruyó con dióxido de silicio, un subproducto que se acumula con el tiempo a partir de un diafragma de goma en el tanque de combustible de la nave espacial. Esta obstrucción redujo la eficiencia con la que los propulsores podían generar fuerza. Después de semanas de planificación cuidadosa, el equipo logró cambiar la nave espacial a un conjunto diferente de propulsores.

Estos propulsores se alimentan con hidracina líquida, que se convierte en gases y se libera en bocanadas de decenas de milisegundos de duración para inclinar suavemente la antena de la nave espacial hacia la Tierra. Si el propulsor obstruido estuviera en buen estado, necesitaría realizar alrededor de 40 de estos pulsos cortos por día.

La Voyager 1 cuenta con tres conjuntos de propulsores: dos para la propulsión de actitud y uno para la corrección de trayectoria. Durante los sobrevuelos planetarios de la misión, ambos tipos de propulsores se utilizaron para diferentes propósitos. Sin embargo, al viajar por una ruta invariable fuera del sistema solar, las necesidades de propulsores de la Voyager 1 son más simples, y cualquiera de las ramas de propulsores se puede utilizar para apuntar la nave espacial hacia la Tierra.

En 2002, el equipo de ingeniería de la misión notó que algunos tubos de combustible en la rama de propulsión de actitud que se usaba para apuntar se estaban obstruyendo, por lo que cambiaron a la segunda rama. Cuando esa rama también mostró signos de obstrucción en 2018, el equipo optó por utilizar los propulsores de corrección de trayectoria y ha estado utilizando esa rama desde entonces.

Ahora, los tubos de propulsión de corrección de trayectoria están aún más obstruidos que las ramas originales cuando el equipo los cambió en 2018, según informó la NASA. Estos tubos obstruidos están ubicados dentro de los propulsores y dirigen el combustible a los lechos catalíticos, donde se convierte en gases. La obstrucción ha reducido la abertura del tubo de 0,25 mm a 0,035 mm, aproximadamente la mitad del ancho de un cabello humano. Como resultado, el equipo necesitó cambiar nuevamente a una de las ramas de propulsión de actitud.

El desafío de la edad también ha sido un factor importante en esta situación. La edad de la nave espacial (47 años) ha presentado nuevos desafíos, principalmente relacionados con el suministro de energía y la temperatura. La misión ha tenido que apagar todos los sistemas no esenciales a bordo, incluidos algunos calentadores, para conservar su suministro de energía eléctrica, que se reduce gradualmente y se genera mediante la descomposición del plutonio.

Si bien estas medidas han funcionado para reducir la energía, también han provocado que la nave espacial se enfríe, un efecto agravado por la pérdida de otros sistemas no esenciales que producían calor. En consecuencia, las ramas de los propulsores de propulsión de actitud se han enfriado y encenderlas en ese estado podría dañarlas, dejando los propulsores inutilizables.

El equipo determinó que la mejor opción sería calentar los propulsores antes del cambio encendiendo lo que se consideraban calentadores no esenciales. Sin embargo, el suministro de energía tan bajo de la nave espacial requería apagar algo más para proporcionar la electricidad adecuada a los calentadores. Tras estudiar el problema, el equipo de ingeniería determinó que podían apagar de forma segura uno de los calentadores principales de la nave espacial durante una hora, liberando suficiente energía para encender los calentadores de los propulsores.

Esta solución funcionó. El 27 de agosto, el equipo confirmó que la rama de propulsión necesaria estaba de nuevo en funcionamiento, ayudando a apuntar a la Voyager 1 hacia la Tierra. Suzanne Dodd, directora del proyecto Voyager en el Laboratorio de Propulsión a Chorro, expresó que todas las decisiones futuras requerirán mucho más análisis y precaución que antes.

Las naves espaciales Voyager están explorando el espacio interestelar, una región fuera de la burbuja de partículas y campos magnéticos creada por el sol. El equipo científico de la misión trabaja arduamente para mantener las Voyager en funcionamiento durante el mayor tiempo posible, para seguir revelando más sobre el entorno interestelar, según los planes de la NASA.